Capítulo 44: Vuelve a la Vida
-Bitácora
de Investigación, Día 4, las células orgánicas desarrollaron los tejidos
correspondientes a lo que esperábamos, hemos revisado y limpiado algunos
tejidos indeseables que pudiesen poner en peligro el proyecto, así como células
con alto índice de desarrollo cancerígeno, tomando como base un máximo de uno
entre cien de posibilidad, para evitar cualquier riesgo, Erika y yo…
-KAZUO,
YA ESTÁ LA COMIDA
El adulto se levantó asustado, golpeando su
cabeza en la repisa donde diversas sustancias reposaban, y reposaban, pues con
el impacto fueron cayendo por todo el laboratorio, creando un desorden de
ácidos y mezclas indeseables, algunas con riesgo de caer dentro del tubo de
suspensión animada donde se habían creado la cabeza, el torso la pelvis y las
extremidades inferiores, al menos en cuanto a órganos internos, pues los
científicos se dedicaron a limpiar las células y rastros de tejidos que
amenazaran con el proyecto.
Kazuo
usó su control de fluidos para evitar cualquier derramamiento dentro del tubo
de ensayo, separó las sustancias y las vertió en frascos más resistentes, y
así, había sido la rutina, creaba su bitácora, Erika llamaba a la comida,
hacían un desastre y ambos seguían como si nada.
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Subió
ligeramente cansado, había usado Separador para dividir cada sustancia, y creó
vasos de precipitado con Hielo, lo cual permitió que Kazuo volviera a verter
cada sustancia en su envase.
-¿SABES
QUE ES UNA SITUACIÓN MUY DELICADA?, ¿QUÉ DEMONIOS TE CUESTA HABLARME COMO UNA
PERSONA CIVILIZADA?- Gritó Kazuo con furia.
-TE
HABLÉ NORMALMENTE, COMO CINCO VECES MISMAS QUE NO RESPONDISTE A MI LLAMADO,
¿QUÉ OTRA ALTERNATIVA TENÍA?- Se
defendió la pelirroja como pudo.
-SABES
QUE EL PROCEDIMIENTO ES TENSO Y COMPLICADO, ¿CUÁNTAS VECES DEBO DECÍRTELO TONTA?
Erika
retrocedió, asustada, era una faceta donde Kazuo, por su tensión, le había
hablado de la peor forma.
-Yo…
yo solo…
-DÉJAME
EN PAZ, ARAMIS.
Y
él se fue de la cocina, realmente enfadado, e inmutado ante la mirada de
tristeza de su esposa.
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La
comida fue condenadamente tensa, Erika sabía que había cometido un error, pero
no se atrevía a reconocerlo, por su parte, Kazuo no sabía cómo disculparse por
la discusión que tuvieron hacía un momento…
-Kazuo-
comenzó Erika- yo…
-No,
yo lo lamento, simplemente no debí gritarte, no debí molestarme contigo, no sé
por qué estoy tan tenso, a pesar de que el experimento ya está en su fase
final- explicó el azabache haciendo un gesto de disculpa.
-Kazuo,
tú…
-Simplemente
los órganos y sistemas esperados se han desarrollado por completo, ahora es
cuando podemos acelerar el proceso con nanomáquinas, por fin tendremos a
nuestro hijo, como siempre lo soñamos- continuó Kazuo con una sonrisa.
Erika
solo sonreía, a pesar de no haber discutido desde el inicio del experimento,
sabía que era bastante normal una pelea de esa magnitud, por lo que solamente tomó su
lugar, frente a su esposo, y comenzó a comer.
-Además-
Kazuo iba a finalizar la plática- Kyoto debería disfrutar de tu deliciosa
comida, no recuerdo que cocinaras tan bien amor…
-Años
de práctica cariño…
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Después
de comer, llegaron de nueva cuenta al laboratorio, donde la mayor parte del
cuerpo de Kyoto ya estaba completamente reconstruido, mientras que las nanomáquinas
seguían tratando de acoplarse al cuerpo que faltaba de desarrollarse, como la
piel de las piernas y los tejidos del cabello.
-Erika,
es hora de hacer lo que esperábamos, ya sabes que hacer- dijo Kazuo mientras
preparaba los controles.
-Claro
amor, preparando sistemas de aceleración.
La
pelirroja activó el sistema de aceleración de procesos tecnológicos y presionó
el botón de rejuvenecimiento, además de un sistema de simulación de
entrenamiento, para que las nanomáquinas reaccionaran al nivel de esfuerzo
físico del cuerpo del azabache.
-Ahora,
solo un día más, Erika, para tener a nuestro hijo con nosotros…
Erika
sollozó mientras una sonrisa se formaba en su rostro, a pesar de las
dificultades implicadas por los sistemas de Bioética que se habían creado,
habían demostrado al mundo que lo único que los hacia diferentes eran sus
mismas actitudes, que realmente no importaba nada, más que lo que había dentro
del corazón de las personas.
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Kazuo y Erika lo buscaron en su habitación, en
el sanitario, en la ducha, en la cocina, el comedor, bajo las piedras de la
casa, y nada, no dieron con él.
-¿A
dónde se habrá ido ese mocoso?- preguntó Kazuo con enfado.
-De
seguro debe estar entrenando por su cuenta- dijo Erika mientras concentraba
aura en su mano- O tal vez…
Y
asestó un fuerte puñetazo al suelo, haciendo retumbar todo el terreno.
-Debería
estar arriba de la casa, como desde que lo encontramos.
Pero
nadie bajó ni azotó, ni cayó por el temblor, simplemente hubo respuesta nula.
-Pues
si está allá arriba, ya sabe como contrarrestar tus terribles impactos, cariño,
el proyecto “RENACIMIENTO NANOTECNOLÓGICO” fue un rotundo éxito, es hora de
verlo crecer.
Y
corrieron a la azotea, para encontrarse a un chico de gabardina negra mientras
tenía una guitarra en mano, observándola fijamente, tratando de recordar cómo
se tocaba aquel instrumento que, según sus recuerdos, tanto le gustaba.
-Aquí
estas mocoso- dijo Erika en susurros- HEY- levantó la voz- ven a comer.
-Ya
voy maestra.
Y
el chico comenzó a desintegrarse lentamente hasta aparecer en la cocina, donde
se suponía ya estaba todo servido.
A
la vez que Kazuo y Erika bajaban asombrados a la facilidad con la que había
aprendido a manipular las nanomáquinas.
Pero
algunas células madre provenientes de su sangre le fueron implantadas, por lo
que funciones como alimentación e higiene aún eran prescindibles, al grado que
otra razón del Proyecto Renacimiento fuese postulado, la capacidad de que o se
absorbieran las nanomáquinas adaptándose como células orgánicas, o bien, las células orgánicas se adaptaran a la
fisiología de las nanomáquinas.
-Has
estado practicando duro Kyoto- dijo Kazuo con calma.
-Solo
unas cuantas artes, ya manipulo más la oscuridad pero hay un ligero ardor
dentro de mí- comentó Kyoto preocupado.
Además
de todo, había aprendido a ser más expresivo, ya no ocultaba sus sentimientos
con caretas de amargura o seriedad.
-Descuida,
el uso de nanomáquinas suele iniciar con esos ligeros dolores- Dijo Erika.
-Este…
no me refería a dolores físicos.
-¿Entonces?
-Alguna
especie de ardor emocional- dijo sonriendo- Un fuego corriendo dentro de mí,
una extraña calidez que no tenía antes…
-¿Será
que estás conviviendo en familia realmente?
-Probablemente,
verás, sé que hay vínculos más allá de la sangre, y hay cosas que debería
agradecer, por ejemplo, el que ustedes estén cuidando de mí me hace sentir,
feliz, en efecto, feliz.
Las
palabras de Kyoto calaron hondo en los sentimientos del azabache, haciendo que
un par de lágrimas cayeran.
-Oye
Kyoto, ¿te gustaría dar un paseo con nosotros?- se atrevió a preguntar Erika.
-Bueno,
debo decir que es tentadora su oferta, así que la aceptaré…
Y
el desayuno siguió con completa calma.
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La
plaza principal de Belladona, grandes caminos con superficie de diamantes y
zafiros, llevando a todos y cada uno de los edificios gigantes que adornaban la
ciudad, así mismo, los parques llenos de naturaleza tan vivaz como los niños
que a diario jugueteaban en el parque, adornado con árboles añosos y lagunas
artificiales.
Una mujer pelirroja escoltada por dos
azabaches, caminaba con soltura, sosteniendo una canastilla con frutas, comida
y bebida, todos los ciudadanos de Belladona saludaban amablemente al pequeño
grupo, llamado la triada.
-Mis
saludos, Señores de Belladona.
-Buenos
Días- dijeron los tres.
-Mis
Señores, Joven Príncipe.
Los
tres volvieron a saludar por su trayecto.
Caminaron
lentamente hasta quedar rodeados de más personas y debajo de un árbol añoso
pero fuerte y frondoso, cuyas hojas, cual pequeñas joyas de esmeralda,
brillaban cubiertas por el rocío.
Erika
tendió una manta sobre el pasto mientras acomodaba la comida que había
preparado justo para aquel momento, una gran variedad de aromas exquisitos
dignos de los más grandes paladares que hubiesen habitado Belladona muchos años
atrás.
Quesos,
vinos, canes de buen corte, panecillos y frutas que deleitaban la vista salían
de aquella canastilla, mientras la pelirroja sacaba un cuchillo de cocina
rebanando tres panes, dispuesta a preparar ligeros bocadillos para su amada
familia.
Por
su parte, Kazuo y Kyoto entrenaban cerca de la laguna artificial que estaba a
tres metros de distancia de ellos, disfrutando del paseo como nunca.
Kyoto
se estaba divirtiendo, si sus amigos estuvieran ahí para verlo.
Almorzaron
juntos, mientras las personas que rodeaban a la Triada sonreía, sin decir un
solo comentario, la hora de la comida, algo sagrado en Belladona.
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Al
final de la tardeada, la Triada decidió pasear por la ciudad capital,
dispuestos a asistir a comité de Bienvenida preparado especialmente para la
familia Katekyo.
-Buenas
noches, respetables concejales- Saludó Kazuo con el debido respeto.
-Kazuo,
Erika y Shade Katekyo, buenas noches, familia sagrada.
El
chico vio con confusión aquel nombre, pero no alegó, probablemente era
demasiado pronto hacer preguntas, y no era el momento de hacer escenas de drama
por esos pequeños aspectos pasajeros.
-Respetable
Harrison, hay algo que debamos saber debido a nuestras ausencias, ¿no es así?-
preguntó el adulto.
-Para
nada joven majestad, solamente tres intentos de invasión por parte de Citizen y
dos intentos de absorción por parte de Cydonia, para formar parte del
territorio que comprende aquel reino, sabemos que ahí están los mejores
guerreros del mundo, pero Citizen es casi invencible, y solo le falta nuestro
poder para ser la mejor providencia del continente- explicó un hombre de
avanzada edad y con la mayor parte de su cabeza encanecida.
-Lo
suponía, ¿acaso hay espías entre nosotros?- preguntó Erika.
-Según
sé, varios miembros intelectuales que fueron absorbidos del mundo “Tortura” han
sido establecidos aquí, países como Corea, Japón y Alemania, les realizamos un
estudio intensivo y demostraron ser de fiar- explicó el anciano.
-Pero
usted no me da buena espina- habló Kyoto con sorna.
El
anciano volteó la mirada, con furia e irritación.
-¿Shade
Katekyo?, permite mi risa ante su duda, pero su inexperiencia le impide sacar
conclusiones tan rápido y a primera vista- masculló el anciano.
-Pues
bien, será lo que quieras anciano, pero de corazón, espero equivocarme- dijo el
azabache saliendo de la sala del consejo.
Y
era la primera vez que esperaba no tener la razón, no por él, sino por sus
amigos, por la familia que empezaba a tener, y por un pueblo al cuál proteger.
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