miércoles, 21 de octubre de 2015

Capítulo 45: Entrenamiento de Oscuridad.

Capítulo 45: Entrenamiento de Oscuridad.
Llegó el cálido amanecer en Belladona, las aves cantaban, los insectos sobrevolaban los prados, las familias paseaban, y Kyoto… bueno, parecía un bulto en su cama.
Kazuo entró en silencio, seguido por Erika, habían formulado aquel plan maestro,
-Muy bien Kyoto, es hora de entrenarte en control aural, haz tu fase uno.
Kyoto trató de concentrarse con fiereza, mientras el aura oscura tomaba interrupciones áuricas, entre otras cosas que hacían imposible la transformación.
-Como lo pensé, tus nervios están atrofiados, debió al excesivo reposo en el que te pusimos Erika y yo, pero descuida, con el tiempo…
-Espere, voy de nuevo.
Se concentró nuevamente, con mayor intensidad, sin embargo, un par de chispas salieron de su rodilla, pero el azabache, inerte al dolor, pero desarmando las estructuras internas de los mecanismos microscópicos.
-Kyoto, detente.
-Ni lo crea maestro, aún me falta demasiado para…
Un golpe en la nuca lo dejó inconsciente, mientras Kazuo se llevaba la mano a la cabeza, no debía pegarle… no ahora.
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Despertó, con un terrible dolor en sus rodillas… frustrado porque, a pesar de controlar las nanomáquinas, aún no podría ejercer una presión mayor a la permitida, ¿pero qué tanto era la presión permitida por esos aparatos.
Saltó de la cama donde estaba durmiendo, y se dirigió al laboratorio, era de madrugada, por lo que cabría la posibilidad de encontrarlo vacío.
Se desmaterializó y entró por la rendija de la puerta, encontrando los tubos de suspensión animada donde se encontraban los aparatos.
Buscó en libros, papeles, ignorando por completo aquella libreta azul, vieja y totalmente húmeda por diversos accidentes de laboratorios.
-Frío, Frío. Frío- mascullaba el azabache- Caliente.
Finalmente lo encontró, aquel libro “Manual Técnico para Tratamientos Tecno-Biológicos”
-A ver… página uno… portada, contra portada, índice, agradecimientos, ja… introducción
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A la mañana siguiente, Kazuo despertó con lentitud, una extraña ilusión sobre alguien que invadía su espacio de trabajo, pero la dejó pasar… por el excesivo sueño.
-Erika- dijo somnoliento- por favor ve a preparar el desayuno.
La pelirroja no se hizo del rogar y se levantó, ferozmente y dispuesta a cumplir cualquier capricho del día, era lo feliz que se encontraba por estar por fin con su hijo…
-Prepararé Sushi, Kyoto no ha comido su alimento favorito en días y debe estar hambriento- contestó Erika con una sonrisa mientras se preparaba para ducharse.
-Oye- llamó su esposo.
-¿Sí…?
-Y si le damos un hermanito- comentó él con una sonrisa.
-Pero después, ahora hay que desayunar.
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Kazuo se levantó con pereza, mientras tomaba un vaso de agua, se dirigió a su armario y sacó la ropa que tenía para un momento de entrenamiento.
Se duchó, se vistió y se dirigió a la habitación de su hijo.
Golpeó la puerta.
-Despierta grandísimo dormilón- exclamó Kazuo con alegría.
Pero nada, vacío.
-Oye, me estás asustando.
Había un riesgo, la presión de las nanomáquinas no aguantaba cerca de 6000 pascales, lo que hacía imposible que la presión del día anterior, cerca de 10000, la pudiera sobrellevar.
-Kyoto, despierta.
Nada, otra vez un absoluto silencio.
Decidió entrar, dando una patada que mandó la puerta al otro lado de la habitación, ya la repararía.
Y la vio completamente vacía, nadie.
Lo positivo, la ventana estaba cerrada, por lo que debía estar dentro de la casa.
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-Erika, activa tu habilidad Acústico, tenemos que encontrar a ese mocoso cuanto antes, no debe estar fuera de la casa- afirmó Kazuo con preocupación.
-¿Revisaste tu laboratorio?, la última vez lo vimos tratando de entrar y…
Kazuo no la dejó terminar y se dirigió a los pasillos de la enorme mansión en la que habitaban, mientras sacaba la llave de su pantalón.
-Maldito mocoso, de todos los lugares, MI LABORATORIO tenía que ser- masculló mientras introducía la llave en el picaporte.
Entró y lo que vio lo llenó de espanto.
Su hijo estaba tirado en un charco de líquido rojo, con varias nubes de vapor a su alrededor, del color carmesí, que indicaban que el muchacho no había dormido anoche.
Al menos reposaba tranquilamente, mientras las chispas de sus piernas daban a entender la excesiva dosis de presión que habían adquirido, pero…
-Oh- masculló en cuanto vio el libro en su escritorio- Ya veo, ¿al menos lo has hecho bien?
Se dirigió al tubo de suspensión animada donde las nanomáquinas, creadas por Kyoto, flotaban en el amplio espacio, mientras en una pequeña pantalla, se mostraban ciertos datos…
-Presión, 8 Atmosferas, estás loco Kyoto, sabes que tu cuerpo no aguantará tanta presión, no si conoces la ley de presión de los gases, es hora de dormir.
Y levantó el cuerpo de su hijo, dando la espalda a aquel tubo de ensayo.
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Volvió a levantarse, con tanta pereza que ni él mismo lo quiso creer.
Las rodillas aún le dolían por el excesivo daño al que se había sometido el entrenamiento pasado, así que fue fácil para él entrar en el laboratorio de Kazuo y crear nanomáquinas que resistieran una presión gaseosa superior.
-La ley de los gases dice que si el volumen de un gas es superior al volumen de un cuerpo, la presión será mayor- masculló citando aquel párrafo del libro escrito por su maestro.
-Y sí, pero para evitar un daño superior, debe existir un canalizador de presión, que evite un sobrecalentamiento interno que obligue a tus órganos a explotar- dijo una voz a sus espaldas- Tus nanomáquinas modificadas están listas Kyoto, debes probártelas- finalizó la voz.
-Ya voy, maestro Kazuo.
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Al volver al laboratorio, Kazuo se colocó frente a él y de un toque en la frente lo dejó inconsciente, lo introdujo en la cámara de suspensión animada y comenzó el nuevo tratamiento.
Aceleró el proceso, mientras las nanomáquinas restantes que estaban en buen estado del cuerpo de Kyoto abandonaban su lugar y las máquinas modificadas se colocaban en el cuerpo.
-Ya no hay que esperar- dijo Kazuo bajando la mirada- ya no más.
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Salieron al jardín del palacio, el excesivo vapor podría corroer o afectar los pisos del palacio…
-Acabo de limpiar- gruñó Erika con furia- Podrían dejar  así al menos unos diez minutos.
Y es que la nube de vapor carmesí, por la baja de temperatura, se había condensado en pequeñas gotas rojas que caían al suelo… recién fregado.
Kyoto solo flexionó sus rodillas, y una nube de vapor lo rodeaba, era lo correcto.
-Funcionó maestro, las nanomáquinas liberan gas o vapor que puedan hacer explotar mi cuerpo- dijo el joven azabache mientras hacía más ejercicio.
-Lo sé, eres un genio para crear esas nanomáquinas, de verdad estuvo bien traerte.
-Gracias por salvarme Maestro, muchas gracias, en verdad estoy en deuda con ustedes, me cuidan como a su hijo, lamento lo que dije un día…
-Descuida, son cosas del pasado, ahora, debemos seguir entrenando.
-Claro…
-Canaliza tu aura.
Y volvió a colocarse en posición de combate, un flujo de vapor salió de sus articulaciones, mientras el aura oscura comenzaba a inundar su cuerpo, el vapor se comenzó a teñir de negro, mientras la ira de Kyoto se hacía fluir, algo malo había recordado.
-Más Kyoto, enfádate, recuerda, el dolor te hace más fuerte, pero te recuerda la vida, la que te motiva, te hace sentir vivo, el dolor no es malo, es un recordatorio…
A su mente vinieron los recuerdos, la cara de tristeza de Melodi, la muerte de sus amigos, el sacrificio de Sara, los maltratos de sus padres adoptivos, todos los recuerdos dolorosos vinieron a su mente.
-Finalmente, a perfeccionar tus técnicas, ataca- Gritó Kazuo.
-Atributo Oscuridad: V de Vendetta.
Y una gigantesca V de sombras salió de su espalda, y comenzó a girar, asestando un potente golpe al muro del castillo.
Lo bueno es que el muro era de Oricalco.
-Kyoto, detente- dijo Kazuo con autoridad.
-¿Qué?, ¿teme que destruya todo?
-Creo que no eres quien buscaba, no con esa debilidad, esperaba que derribaras el muro, no una grieta.
-¿Entonces qué hacemos?, es todo el dolor que puedo canalizar- argumentó confundido el azabache.
-No es todo, no todo tu dolor, hay uno dentro de esta familia, y… no… olvídalo Kyoto.
-No, ya habló y es hora de que me diga de qué está hablando- gruñó Kyoto.
-Podrías esperar, al menos a la cena…
-Tal vez…
-¿Podrías pensarlo si quieres saberlo?
-Sí…
Pero no iba a pensar nada, iba a actuar…
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Bajó las escaleras del palacio, directamente al comedor, donde Kazuo y Erika discutían sobre lo que iba a pasar.
-¡¡¡NUNCA DEBISTE DECIRLE!!!
-¡¡¡PERO NO PODEMOS OCULTARLE POR SIEMPRE ESTO!!!
-¡¡¡LLEVAMOS UN GRAN AVANCE, Y LO VAS A ESTROPEAR!!!
-¡¡¡PERO TIENE DERECHO A SABERLO IDIOTA!!!
-¡¡¡ÚLTIMA VEZ QUE ME LLAMAS IDIOTA, A LA OTRA NO RESPONDO!!!
-¿Pasa algo, Maestros?
Erika tenía lágrimas en los ojos, rogando en silencio que Kazuo se callara.
Lamentablemente, no estaba siendo escuchada…

-Eres nuestro Hijo, Kyoto… Eso es lo que pasa…

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