Capítulo 83: Depresión.
-Oh carajo, estamos
perdidos- dijo Natsuki mientras suspiraba pesadamente.
-Por supuesto que sí, y
sé quién es el jodido culpable- dijo el azabache mientras iba a una de las
casas de campaña.
Y dentro de ella estaba
Sora con la cúpula helada de Yusei, tratando de derretirla.
-Quítate- dijo el
azabache a la chica.
-Lo siento Kyoto, en
verdad…
-Dije QUÍTATE- alzó la
voz el joven mientras la tomaba del cuello y la aventaba afuera de la casa.
Una vez hecho esto,
canalizó toda su furia en una potente llama que se fue directo a su mano que
estaba en mejor estado, y comenzó a tomar la crisálida helada donde Yusei
estaba en estado de Criogenización.
Y el hielo comenzó a
ceder ante la temperatura del brazo ardiente del azabache, hasta que el joven
consiguió llegar a donde quería.
Llegó al cuello de
Yusei, apagó las llamas en su brazo, lo tomó del cuello y lo arrojó fuera de la
tienda de campaña.
-MIS INDICACIONES
FUERON CLARAS, MALDITO IDIOTA- gruñó Kyoto furibundo.
-Lo… lo lamentamos,
Kyoto- dijo Yusei tratando de recuperar el aliento.
-No, idiota, no lo
lamentan, aún… mis indicaciones fueron “no enfrentar a Olympiakos hasta tener
la suficiente información de ellos”, indicación que se atrevieron a
desobedecer.
-Lo lamentamos en
verdad Kyoto, sólo queríamos ahorrarte el trabajo de derrotarlos- dijo el chico
recuperándose un poco más.
-Pues excelente trabajo,
idiota, mi equipo fue humillado, recibí la paliza de mi vida y, para rematar,
secuestraron a MI NOVIA- gritó el azabache mientras sus manos se encendían con
fuerza.
-Pues no debieron venir
por mí- se defendió Yusei tratando de encarar al azabache- Es más, nadie les
dio la indicación de que vinieran por…
-Sora fue hasta nuestro
campamento, lloriqueando que salváramos a su hermanito porque los muy idiotas
decidieron enfrentar a Olympiakos ellos solos- gruñó el azabache mientras su
mirada se encendía aún más- Agradece que no voy a tomarte del cuello, porque
terminaría por derretir tus cuerdas vocales o peor, incinerarte el jodido
cuello, imbécil- dijo más enfadado Kyoto mientras cerraba los puños con fuerza.
-¿Esto sólo es por
Inverna?- gruñó Yusei enfadado- La princesa de Mythland se muere por ti, una
princesa, y tú estás haciendo berrinches por…
Kyoto se molestó más y
tacleó a Yusei, cubierto en llamas mientras cerraba los puños con furia.
-¿Sabes algo Yusei?,
Confié en ti, Confié en que no cometerías una estupidez, confié en que no
intentarías hacer una maldita locura pero me has decepcionado- gruñó Kyoto.
-Venga, golpéame si eso
te hará sentir mejor- dijo Yusei en el suelo.
-Pero si no necesito tu
permiso.
Dicho esto, comenzó a
golpear el rostro de Yusei con el puño, más específico, los nudillos, mientras
más llamas salían de su cuerpo y las lágrimas se asomaban en su rostro.
-Y esto es por Inverna,
bastardo- gruñó Kyoto mientras más fuego cargaba en el puño.
Antes de aterrizar el
puño, fue detenido por una mano imbuida en agua.
-Hijo, detente por
favor- dijo una voz adulta con calma, analizando la situación.
-Maldición- dijo el
azabache, antes de caer desmayado otra vez.
Atrás de Kazuo estaban
los adultos, Eglantine, Dani, Sora, un par de guarda espaldas y algunos
soldados de diferentes naciones.
Habían llegado los
aliados que conformaban la gran sociedad de The Fantasy.
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Invocó las casas de
Oricalco, y encargó a Kazuha con sus padres, Kazuo y Erika, mientras él cerró
fuertemente su casa de Oricalco.
Todo ello originado por
los últimos eventos del día anterior, generando en él un estado de profunda
tristeza, impotencia, y miedo.
Se sentó en un sillón
dentro de la sala, prendió fuego a la chimenea, y se dispuso a leer un libro.
Todo era paz y calma
dentro del edificio de Kyoto, pero no dentro de su mente, y en su estado
emocional…
Las emociones que
empezaba a sentir, además de la felicidad con Melodi y Kazuha, el amor por una
familia, como sus padres y la que recién formaba con su novia, eran todas
positivas…
Hasta que pasó esto.
Un cambio radical en su
ruta original le hizo perder al amor de su vida.
Y todo eso había pasado
gracias, en el mal sentido, a un idiota que no sabía seguir órdenes.
-Kyoto, ¿Puedo pasar?-
dijo una voz femenina muy familiar para él.
No contestó, aún seguía
atrapado en el limbo de sus pensamientos y sentimientos.
-Tomaré eso como un sí-
dijo la chica de cabello verde y morado mientras tomaba asiento- ¿Cómo has
estado?
Otro silencio, lúgubre
y oscuro, como si el anterior Kyoto hubiese regresado.
-La señora Miyaah nos
está curando a todos, incluso a Yusei por los golpes que le diste, le rompiste
la nariz…
El chico seguía
callado, incapaz de articular palabras.
-Bueno, iré al grano,
en un principio, me oponía firmemente a verte junto a Melodi Inverna, por las
cuestiones relacionadas con la guerra de clanes de hace siglos, sin embargo,
por lo poco que pasamos juntos, descubrí que ella puede ser la mejor amiga con
la que puedas contar.
El azabache sólo
procedió a ignorarla, mientras seguía viendo al fuego de la fogata.
-Sé que no tiene caso
que te hable, pero al menos debo intentarlo- se sinceró Stella viéndolo con
calma- Tenemos que rescatarla, ya estamos aquí, y necesitamos a aquella persona
que nos daba el animo de ir y armar todo el desastre que nosotros quisiéramos.
Kyoto seguía sentado,
pero esta vez volteó la mirada hacia la joven que le hablaba.
-Kyoto, sé que me
escuchas y por ello, quiero darte el ánimo de ir por Melodi Inverna, te lo
suplico por favor, Kyoto… ella se ha convertido, ella es, ahora, mi mejor
amiga, y no sé qué diablos voy a hacer sin ella.
Una vez dicho esto,
salió por la puerta que daba directo a la sala donde el azabache reposaba.
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-¿Cómo
está Kyoto?- preguntó Kazuo preocupado.
-Al
parecer mal- contestó Stella- No reacciona, y tiene la mirada opaca, sin
brillo, no me gusta ver a mis amigos en ese terrible estado.
-¿Crees
que otra pequeña charla lo motive un poco?- preguntó Takeshi viendo a Natsuki.
Zentraedi
no le había dirigido la palabra desde que ella decretó su “ley de hielo”, y eso
la ponía de ligero mal humor, además de la paliza que recibió cortesía de Lenora
y Eurekka.
-Sí,
si es por mi mejor amiga trataré de hacerlo entrar en razón- dijo la pequeña
rubia dirigiéndose a la casa de oricalco.
Se
paró frente a la puerta de madera que daba la bienvenida al que Kyoto llamaba
Hogar, al menos mientras estaba con Melodi, suspiró, tomó la puerta, y la abrió
para encontrarse en un lugar lúgubre.
-Kyoto-
dijo la chica al entrar a la casa.
Tras
recibir un “Hn” como respuesta, se acercó a la fogata encendida, viendo al
joven azabache.
Aún
se encontraba golpeado, tras la invocación de las casas de Oricalco sólo se
dedicó a ver al vacío, sin abrir realmente su corazón.
Ni
siquiera para salir a curarse había salido, llevaba el concepto de “encierro” a
su más realista concepción, y eso era con lo que Natsuki quería acabar.
-Kyoto,
fue hace 4 años cuando nos conocimos, ¿recuerdas?, fue cuando el torneo
inter-escuelas, cuando salimos por primera vez juntos Kyoto, nunca supimos tu
verdadero nombre,
Kyoto
sólo volteó a ver la chica, mientras su mirada ensombreció, a lo que Natsuki
sólo ignoró para seguir con su discurso.
-Melodi
te veía como estúpida mientras íbamos en la camioneta, recuerdo que llegó a
tirar su paleta de hielo sobre ti para generar plática contigo, irónica forma
de “romper el hielo”- dijo la chica con calma mientras tomaba asiento- Recuerdo
que ese día funcionó bien el hablarle, pero ella hablaba como si te conociera
de siempre, y tú apenas le dirigías la palabra.
El
chico se removió inquieto.
-Al
final del torneo, fuimos a celebrar la victoria a casa de Zentraedi, excepto
tú, que tenías que estar en casa temprano, y ella nos comentó una historia del
por qué te habló.
La
rubia se levantó, viéndolo con calma.
-La
salvaste hace años, en la primaria, cuando tenían 7 años- comentó Natsuki con
una sonrisa- Unos bravucones se burlaban de ella, yo estaba escondida, porque
estaba más pequeña, entonces fue cuando saltaste tú, la defendiste de ellos, y
cuando salí yo, ella sonreía como tonta por su salvador.
El
chico volteó a verla, mientras cerraba su libro.
-Ella
entró a esa secundaria esperando encontrarte dentro, porque no sé qué
corazonada le decía que se volverían a ver, y dicho y hecho, mismo grupo, misma
fila, misma cara de idiota enamorada de su súper héroe, y tú no la reconociste.
El
chico sólo agachó la mirada, mientras miraba a Natsuki con arrepentimiento.
-En
aquellos tiempos mis memorias estaban encerradas- contestó el azabache,
provocando un brillo en la mirada de Natsuki- No tenía idea de que la hubiese
conocido, me sentí incómodo al verla hablarme como si me conociera cuando
realmente nunca recordaba haberla conocido antes de aquella época- dijo el
azabache mientras se levantaba.
-¿Entonces
qué harás esta vez?- preguntó Natsuki mientras salía con lentitud de la casa,
pero con una sonrisa enorme.
-Volver
a convertirme en su súper héroe.
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Dieron
las 2 de la mañana, y un azabache con una nueva determinación salía de la casa
de Oricalco donde estaba sometido al encierro.
Se
acercó a la fogata, mejor dicho, las pocas brasas que aún quedaban prendidas,
el chico acercó unos leños y las encendió con una pequeña llama.
Se
sentó en un tronco que usaban como banquillo y procedió a calentarse, aún con
el cuerpo medio roto.
Las
nanomáquinas no reaccionaron rápido a la curación al centro del pecho, donde la
herida más grave se mostraba, por lo que la herida sólo estaba siendo
cauterizada, y las nanomáquinas cerraron los ductos de circulación de la
sangre, para evitar la pérdida masiva del líquido.
No
había comido, por lo que la poca carne que quedaba le abría el apetito al
exponerla al fuego, mientras las especias sazonaban la carne, y decidió esperar
sentado en la fogata.
Ideando
un plan para intervenir en Olympia, hacer pagar a Golittha por la paliza que le
había dado, rescatar a Melodi y destruir el país menor a su más absoluta
miseria, sin dejar piedra sobre piedra.
-Nunca
confié en ti- dijo una voz adulta tras Kyoto.
El
joven azabache volteó con calma para ver a la figura adulta de cabello azul
tras él.
Aquel
adulto con el que tropezó en una junta escolar, aquel mismo adulto que le
preguntó las intenciones con su hija en aquellos años, el mismo que casi lo
abofetea cuando negó conocer a la chica (lo cual era cierto, en cierta forma).
Koresh
Ryone, el padre de Melodi Inverna.
-Nunca
se lo pedí- contestó el azabache restándole importancia- Fue Melodi quien cayó
enamorada de mí, muy a su pesar, señor Koresh.
-Nunca
me importó quien fuese su novio, siempre y cuando no fueses tú, mocoso del
demonio, e hice hasta lo imposible para separarlos, como cambiarla de escuela-
dijo el adulto con calma- Su madre me apoyó en cierta forma, cuando nos
enteramos que seguía con vida tras el accidente, todos nos fuimos a Brasil para
tener una vida apartada de todos, hasta de ti.
-¿Qué
es lo que quiere?- preguntó el joven mientras trataba de ignorar al adulto,
cosa imposible, pues el adulto era más molesto que su propia hija cuando se
trataba de llamar la atención.
Ante
la mirada de sorpresa del azabache, se encontró al adulto de cuclillas, con las
manos y el rostro al nivel del suelo, mientras le escuchaba sollozar.
-Por
favor, muchacho, salva a mi hija- dijo el adulto rompiendo en llanto- Yo soy un
simple, y apenas empecé a manipular el aura gracias a mi esposa y mi hija, pero
con mi poder actual, es imposible que haga algo por ella, y no tengo a nadie
más para confiarle la vida de mi más preciado tesoro.
-Señor
yo…
-Si
tanto la amas, si tanto quieres estar con ella, si tanto quieres que te de mi
bendición para poder estar juntos, es lo único que te pido, que la rescates, y
si quieres separarte de ella, hazlo, pero tráela conmigo, y yo me aseguraré de
que nunca más vuelva a acercarte a ti, por favor, muchacho, te lo ruego-
finalizó el adulto mientras seguía sollozando frente al chico.
-Señor,
yo no necesito que me digan que hacer- contestó el chico con crueldad, haciendo
que el adulto se levantara asustado- Pero no es algo que usted tenga que
pedirme, y no necesito su permiso ni su bendición para hacerlo, voy a
rescatarla, la traeré de vuelta, me casaré con ella y, cuando usted menos lo
espere, lo haré abuelo, porque me niego a perder a la persona que salvé cuando
era niño, y que ahora por fin encontré, no la voy a dejar ir tan fácilmente.
-Muchacho-
dijo el adulto acercándose a él- ¿Puedo llamarte hijo?
-Si
quiere ocasionarme un problema de parentalidad y ser mi cuarto padre, adelante-
dijo el azabache sonriendo- Salí porque quería comer un poco, tenía hambre, ¿gusta
acompañarme?
-Por
supuesto muchacho, nada como compartir tiempo con mi sobrino y el novio de mi
hija.
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Las
cadenas en sus manos impedían cubrir la desnudez a la que ahora se encontraba
expuesta, a pesar de que juraron no hacer nada contra ella.
-Requerimos
mantenerte virgen hasta que el día de tu sacrificio llegue- dijo una voz
femenina- Serás desposada por Shinokk y después te llevaremos a la cima de la
torre Olímpica, donde serás el sacrificio de nuestro Dios Zeus.
-¿Y
acaso no puedes ser tú la chica que sacrificarán?- dijo Melodi mientras trataba
que su largo cabello cubriera sus pechos.
-Shinokk
me desvirgó ya, así que no soy tan útil para él, caso contrario al tuyo, al no
verte como una mujer, él hará y deshará de ti lo que le plazca- dijo la mujer
mientras mantenía un horno encendido.
-¿Y
entonces con qué motivo estoy desnudada aquí?- preguntó Melodi asustada.
-Te
vestiremos después, pero necesitamos hacer algo que, cuando la gente te vea,
sepa que eres de nuestra propiedad- dijo la mujer llegando con un sello de
hierro forjado- ¿Sabes algo?, el ganado siempre fue marcado para saber de qué
lugar provenía y qué dueño tenía.
-No…
-Oh
sí- masculló la mujer mientras le pisaba la cadera- Ahora mantente inmóvil, si
lo haces, sólo dolerá por poco tiempo.
-No-
la mirada de Melodi se estremeció.
-¿Acaso
creíste que te irías limpia sin ningún castigo por la cicatriz de mi rostro?,
acabas de arruinar mi hermoso perfil griego y eso, maldita perra, merece un
castigo.
Y
Lenora adentró el hierro candente en la espalda de Melodi, mientras la chica
gritaba con desesperación, la poca sangre que salía era inmediatamente
consumida, para finalmente ser cauterizada.
Al
sacar el hierro candente, una extraña figura estaba mostrándose en la espalda
de la chica.
-Ahora
sí, eres propiedad de Olympia, y Olimpyakos, con la marca de Urano en tu
espalda todo mundo sabrá que eres de nuestra propiedad.
Y
se fue de la sala oscura, mientras Melodi seguía derramando lágrimas y el humo
en su espalda se desvanecía, dejando ver con más claridad la marca en su
espalda.
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